Sobre Ilustración

¿Para que hacer más ilustraciones? ¿Tras de que van las personas que diariamente hacen, ven, leen, editan, publican o ponen a circular imágenes ilustradas en redes, muros o papel? Existe algún interés en que estas generaciones sean excesivamente gráficas?

Un rasgo fundamental de la imagen gráfica, es su recurso como ilustración. Y es en este uso donde se consolidan muchas representaciones de lo real o lo ilegitimo. Le acusamos de una sospechosa cualidad de pervertir, seducir, blasfemar, entretener y hasta de la más compleja de todas las responsabilidades: educar.

Hoy cabe pregúntanos: ¿Qué hacen los y las ilustradoras?  ¿Cómo podríamos interpretar la re-inserción de estas personas en otros espacios que han desbordado con creces el tradicional nicho editorial?

W. J .T. Mitchell*, propone una perspectiva que puede interpretar este momento. Señala que las imágenes tienen vida y que esta vida es transferida por quienes las crearon. Las imágenes se presentan ante nosotros nutridas por múltiples antecedentes e intenciones. Nuestra tentativa a describirlas o interpretarlas lingüísticamente sería una forma de hablar de las imágenes, no de entenderlas. Según Mitchell, las imágenes y las palabras corresponden a distintos órdenes de conocimiento. Su apuesta, entonces, es la de desbordar el estudio del arte ampliando el espectro de análisis de las imágenes hacia un espacio denominado cultura visual.  La cultura visual supone que no hay ojo inocente y que la visualidad contemporánea parte de la aceptación de la visión como un sentido históricamente privilegiado, aprendido y construido. Se involucra así a productores, pero también a lectores o espectadores de manera activa en la elaboración de significados y en la circulación, exhibición o construcción de imágenes y sentidos. En este enfoque encontraríamos cómo la vida cultural y social es franqueada en momentos donde lo visual se pone en entredicho.

Esto implicaría enlazar la forma como operan las imágenes en un tiempo y espacio determinado con la manera como se ven transversalizadas en términos de clase, género, raza e identidad sexual centrando su acción en la cotidianidad y en el reconocimiento del otro, lo otro a través de las mismas imágenes. Según Mitchell, a las imágenes no tendría sentido describirlas, tendríamos que preguntarles más bien qué quieren.

Dentro de esta diversidad buscada y todo el tiempo evocada, la autoría aparece como un síntoma a deconstruir y estudiar.  Esta categoría, particularmente  en Imagen ilustrada, ha reposado sobre una red de términos disciplinares predominantemente literarios, pedagógicos y lingüísticos que podrían resultar limitantes para recoger las impresiones emergentes: los certificados de control y distribución editorial, la prensa, los espacios de exhibición y circulación como galerías, televisión, calles, paredes públicas y privadas, los textiles y cuerpos humanos, no son un espacio nuevo para la aparición de las imágenes. No. Pero sí los son para cierta forma pronunciada de ilustración y edición de contenidos gráficos donde sus circuitos, practicantes, soportes y contenedores develarían lo que ha mutado en la práctica: “Si la urgencia en la pregunta sobre qué es una imagen es algo menor actualmente, no es porque haya dejado de tener fuerza entre nosotros, ni ciertamente porque se comprenda su naturaleza con claridad. Es un tópico de la crítica moderna considerar que las imágenes poseen un poder en el mundo moderno con el que ni soñaban los antiguos idolatras. […] El lenguaje y las imágenes no son ya lo que prometían ser para los críticos y los filósofos de la ilustración (un medio perfecto y trasparente a través del cual el entendimiento puede representar la realidad)”1 **

1 Mitchell, William J T. 2011. “¿QUÉ ES UNA IMAGEN?”. En Ana García Varas (ed.), Filosofía de la imagen. pp. xx-xx. España: Ediciones Universidad de Salamanca.

** Velasquez Osorio, Julian 2014. ¿VEN LO QUE DIGO?. Editorial Javeriana. Bogotá.